Izaro tiene 16 años y, como a todos los que forman parte de su generación, las nuevas tecnologías le han aportado nuevas formas de comunicarse; vive, se socializa y crece, en un espacio virtual desde hace ya unos años.
Hace unos días, se despertó a las tres de la madrugada con el sonido de su móvil, que le avisaba sin parar de los mensajes entrantes. Eran sus amigas avisándola de que una de sus fotografías en bañador, sacada el día anterior en la playa de Laga, circulaba por las redes con un elocuente mensaje en el que su novio proclamaba a los cuatro vientos que “ese bombón, es mi novia” y que “jamás dejaría de quererla”.
A golpe de click Izaro se veía expuesta en una red en la que es imposible poner puertas o límites.
Como he dicho en muchas ocasiones, las nuevas tecnologías han cambiado las formas de comunicarnos y relacionarnos a un ritmo vertiginoso y no sólo me refiero a un determinado segmento de edad; los jóvenes prácticamente se han criado con estos instrumentos y las personas de más de 40 años, como es mi caso, hemos vivido este proceso muy rápido.
Con el paso del tiempo, la tecnología móvil se ha perfeccionado, modernizado y extendido a, prácticamente, toda la población, hasta el punto de que hay quien no puede salir de casa sin su teléfono móvil.
La dependencia tecnológica hace que seamos incapaces de salir de casa sin el teléfono móvil (Twittea esto)
Las ofertas de las grandes compañías telefónicas alimentan nuestra necesidad de estar localizados en todo momento. Actualmente, incluso, contamos con acceso a Internet en el móvil, lo que nos permite tener una fuente de información y de contacto en cualquier parte.
El acoso y las apps de mensajería
Una de las aplicaciones que ha revolucionado la tecnología móvil, es la aplicación WhatsApp, un chat que ha facilitado y abaratado las relaciones cibernéticas con nuestros contactos; nos permiten comunicarnos con otros de forma instantánea, y esto hace que muchas personas crean, que cuando mandamos un mensaje nos tienen que contestar cuanto antes.
Y esa creencia se agrava y se justifica aún más, cuando el destinatario del mensaje es nuestra pareja.
La molestia o el enfado aumentan cuando vemos que la otra persona está en línea o que ha leído el mensaje y que aun así ¡no nos ha contestado!
Hay muchas razones por las que alguien no contesta a un mensaje que ha leído y ahí está la torpeza de aquellos que no son capaces de ver que la otra parte pudiera estar haciendo otras cosas, no tiene tiempo o simplemente no le apetece contestar en ese momento.
Las nuevas tecnologías, las Redes Sociales y las apps de mensajería ofrecen a las personas inseguras y controladoras diferentes formas de expresar sus inseguridades en forma de celos y diferentes maneras de mostrar su dominio sobre su pareja.
las apps móviles ofrecen a las personas controladoras formas de dominar a su pareja (Twittea esto)
Hoy en día es muy normal que haya enfados e incluso muchas rupturas de parejas por motivos como el explicado en el párrafo anterior.
Se responsabiliza a WhatsApp de un porcentaje muy elevado de rupturas actuales, aunque WhatsApp nada tiene que ver con eso, simplemente es una forma de mostrar algo que ya estaba ahí. Y esas actitudes se ven mucho más claras con las parejas adolescentes que son más vulnerables que los adultos.
La ficción romántica reproduce, aún en nuestros días y en nuestras redes sociales, los mismos mitos y creencias tradicionales sobre la media naranja, el amor ideal y perfecto, la princesa delicada, el príncipe valiente, el amor a primera vista y el final feliz por arte de magia.
No parece posible para una mayoría de jóvenes entender otros modelos de amor que no exijan la fusión absoluta. Y una nefasta gestión emocional de los celos, junto con una concepción negativa de la libertad de la pareja (especialmente de las chicas) está detrás de comportamientos manipuladores, acosadores y controladores que exigen “si me quieres, tienes que estar sólo conmigo”.
Protégete Cuidando tu Reputación
La solución no pasa por la prohibición, sino por la educación y la formación. A nuestros jóvenes, hay que enseñarles a actuar de manera responsable, tanto en relación con su imagen y sus datos como en las relaciones que establecen.
Es fundamental, saber:
- quién quiero ser en la Red,
- qué identidad estoy construyendo cuando subo fotografías y comentarios;
- hasta qué punto protejo mi intimidad cuando participo en Facebook o Instagram;
- cómo vivo las interacciones en las redes, o
- cómo no sentir que desaparezco si no estoy continuamente en conexión, …
Son algunas líneas de reflexión que, sin duda, pueden aportar elementos de confianza para navegar con seguridad.
Pero si queremos prevenir la violencia de género, es necesario implicarnos todos en la construcción de relaciones de igualdad, positivas y libres que no caigan en las trampas de posesión y poder del denominado “amor romántico”.
La autonomía y sensación de libertad que proporcionan las redes contrasta con las ataduras y el acoso de las situaciones de control que se trasladan desde la vida real al hiperespacio, con el agravante de que el anonimato puede esconder al agresor, pero no a la víctima, que queda expuesta a un universo con un alcance ilimitado.
El anonimato en las redes sociales puede esconder al agresor, pero no a la víctima (Twittea esto)
Como afirma el colectivo Pandora Mirabilia, la mejor manera de combatir la violencia de género en las redes sociales es hacer de estas un espacio donde predominen los mensajes igualitarios y de buen trato.
Utilizar Internet para desarrollar la creatividad, la cooperación y el desarrollo. Y recordarles que, aunque estén convencidos de que tienen el control y que basta un clic para borrar lo que no les gusta, la realidad es que un clic no borra la experiencia vivida.